Image by Gilberto Viciedo via Flickr
Editorial Cuba Fake News
Nací Pánfilo.
Pánfilo fue la marca que acompañó hasta hoy toda mi vida.
Para la época en que Pánfilo llegó, aportando su nombre, la panfilofilitis en mi cuerpo era crónica. Ni médicos locales ni extranjeros. He probado tratamientos, quimioterapia, extirpaciones. Nada tuvo éxito. Es parte de mí. Incluso si me fuera -si saliera de Cuba-, las verrugas, esputos, los dolores agudos de estómago y cabeza, la descamación de la piel, todo seguiría allí. Pánfilo me acompaña, no hay nada que hacerle. Su rostro me es familiar como el día, su síntoma es repetición, espejo. La imagen invertida, no puedo dejar de pensar (a veces) cuál de ellas soy yo. ¿Es mi rostro mi rostro?, ¿o es Pánfilo mi verdadera imagen?
Pánfilo se extiende.
Sé de otros con nuevos síntomas, aunque con viejas curas.
El cuerpo de "el pueblo" se llena de cicatrices y enmendones. Afuera hay órganos que disienten, brotes de erupciones intensas aunque fugaces, fiebres agudas, recaídas apocalípticas, epilépticas maniobras de recuperación. Células. También hay células que renuncian. Y poco creemos en los laboratorios.
Panfiilofilia. Panfilofobia.
Pánfilo avanza, para bien o para mal.
Su rostro está allí, y poco a poco sustituye el nuestro. Si debemos aprender a convivir con él, como se convive con aquello de lo cual es imposible desprenderse, hay que sacar de esa cara, de esa angustia, de esa alegría fútil, de ese desvelo, nuestro mapa de relaciones. Reconozcámonos Pánfilo, y empecemos a trazar desde ahí, desde ese punto de intersección donde la identidad no es ya más reconocida, sino extraña. Comencemos Pánfilo, hablemos el panfilodialecto por un rato, leamos que hay de mímesis en la panfiloconducta y en la panfilorespuesta. Comencemos Pánfilo.